Wednesday, September 1
Max.
Como terminan las cosas, así empiezan otras. Todo es acerca de cerrar ciclos y de catarsis. No me voy a poner a filosofar acerca de la vida y sus derivados, esta vez sólo será de un individuo en especial. No es que sea lo más importante al momento, pero todo en mi trayecto está acomodado de tal manera que puedo decir que estoy cómoda, y lo único digamos bizarro y digno de observar, sería el fenómeno del que me nació inspiración hace ratito.
Todo empezó, digamos… hace un año. No tenía absolutamente nada de ganas de aprender acerca de historia, ni de sociedad. O pensándolo bien… tal vez sí, pero yo sabía que estando donde estoy, y con el tipo de gente que se encontraba a mi alrededor, iba a ser prácticamente imposible tomar esos dos conceptos en serio. A veces lo intentaba pero nomás no. O era bicho raro o de plano hasta yo me reía de mí. Total, llega este chistoso personaje: estaba a la mitad. No era déspota como los demás pero tampoco era el santísimo pontífice del aula. Me llamó la atención desde las primeras sesiones, siempre tan diplomático y descuidado del entorno que hasta irradiaba inocencia. Pero no pasó de una mirada. Nunca pensé que fuera a unirse a mi mundo.
Fueron pasando los días y junto con ellos, desembocamos personas en común. Desde las personas más obvias hasta otras que, de verdad, no tenía ni idea. Hasta que llegó alguna fiesta de invierno en donde recuerdo, aparte de haber sufrido bastante, verlo parado junto a un karaoke. Ingenuamente, pensé que no se hallaba. Que en verdad lo último que quería estar haciendo en ese momento era adaptarse al ambiente. Tenía cara de querer huir. Al identificarme con el rostro, me acerqué… poquito a poquito: llegó a parecer escena de comedia romántica de los dos tontos en el baile junto al ponche. Pero el problema resultó que nunca fuimos dos, siempre fui yo sola. ¿Y por qué es eso? Porque él nunca estuvo desadaptado, supongo que sólo harto de tanta adaptación. Me di cuenta minutos después de que todo lo que yo estaba pisando, era su espacio. Cómo explicarlo: hasta pena me dio pensar que no se hallaba. Mis sospechas fueron descartadas en el momento en el que una robusta chica lo acaparó con unos ojos… que hasta yo me hubiera derretido. Me percaté de que había algo, quién sabe qué pero… algo. Nomás recuerdo haberme sentido tonta de haber preguntado su estado civil días antes del acontecimiento.
Se olvida el suceso, es más… no es que se olvide, sino que simplemente no era lo suficientemente relevante para considerarlo olvidado. Después llega el temblor y todo eso. Cronológicamente no sé si estoy en lo correcto, pero el caso es que empezamos otra etapa llena de viento y deporte en la que hicimos equipo. Total, en resumidas cuentas… me di cuenta que me divertía. Digo no enormemente pero al menos podía olvidarme de muchas cosas. Me distraía. Y para que alguien me distraiga se requiere de bastante. Pasa el tiempo sin contarlo otra vez y de la nada aparece en mi computadora por todos lados. Es interesante porque yo nunca lo quise así, y me imagino que él tampoco. Pero simplemente sucedió y ahora me es costumbre sentir su presencia a diario. No somos tangibles, no sé por qué… tal vez algo tenga de malo. Pero lo que sí puedo admitir, es que los esporádicos momentos en que el forma parte de mi vida, son gratos; tanto que me atrevo a poder decir que son… especiales.