Friday, April 9
La Niña de las Tres Mil Cabezas.
En verdad, a veces no sé qué hacer. Me gustaría tener otras cien cabezas para poder poner otras dos mejillas cada que alguien o algo me lastima. Pero sinceramente, estoy cansada de ser "la buena". Este último año he dejado pasar tantas cosas: me arrebataron mi vida como la conozco, me dejé influir en la mente y en el espíritu, concedí prórrogas a mis escasas libertades, y cedí... cedí como loca. Estoy consciente de que adopté una linda virtud pero nada en exceso es bueno. Ni el perdón.
Quisiera poder al menos entender por qué es que todas las personas pasamos por esto, o si realmente PASAMOS por esto. Tal vez sólo sea yo y mi cabeza retorcida. O bueno, la cabeza que me toca por ahora. He pensado tantas cosas: desde lo más humano y altruista, hasta lo más asqueroso y vil. Y todo para deshacerme de la situación en la que me encuentro. Lo único bueno que le veo es que otra vez volvieron mis dedos a sentir ese cosquilleo y a fluir por todo el teclado sin inhibición alguna. Ya ni sé dónde meter tantas ideas. Se están apilando sobre mis pensamientos formando una gran pirámide. Sobre alguna, o tal vez muchas, de mis cabezas.
Hay una sarta de cosas que quisiera. Básicamente este escrito no es sino una lista de deseos, una carta gigante a Santa Claus en medio de un tembloroso Abril. Me gustaría poder manejar mi enojo, mi tristeza, mi histeria, mi desesperación, mi llanto, mi estrés... ya empiezo a pensar que catastróficamente tengo que lograrlo. Digo, ya puede acabarse el mundo. Y yo sumergiéndome de antemano en un pequeño arroyo de controversias sin relevancia. Si la vida me tocó así pues qué hacerle, no creo que vaya a cambiar. Y si cambia, puede que sea para mal así que es mejor posiblemente no esperar nada. Al menos no esperar el cambio. No hacer de lo inesperado algo esperado porque entonces no hubiera nada inesperado en sentido estricto. "Stricto Sensu". La abogacía en su pleno esplendor.
Llegando al punto medular: a veces quiero seguir y a veces no. A veces creo que vale la pena, otras no. En ocasiones amo lo que hago, otras quiero cambiarlo por completo e irme lejos. Siento el coraje fluir al ver a las demás personas construyendo su futuro sin freno alguno y yo sigo aquí... parada. Pero luego me pongo la otra cabeza y pienso que quizás es una etapa de todos nosotros: Odiamos muchas cosas y nada está bien pero no vamos a expresarlo abiertamente. Nos quita puntos en la gran competencia. Yo lo hago porque yo soy yo. Yo cambio de cabezas. Y soy voluble y tengo cientos de defectos. Una vez una persona a la que le tengo bastante coraje me dijo que no hay por qué hacer las cosas fáciles difíciles. A lo que yo digo que al carajo. ¿Quién es juez de calidad en vidas ajenas? ¿Hay acaso alguna escala o alguna institución que determine la facilidad o el grado de dificultad de las diversas situaciones que enfrentan todos los individuos de la población? Por favor. Eso lo dicen las personas que todo quieren monetizar.
En fin, no me queda más que volverme a poner la cabeza de mortal que nada piensa y seguir adelante. Porque tampoco puedo ir por la vida cuestionando mi existencia y mis tropiezos. Supongo que eso es vida. Ser, crecer y tropezar. Y levantarte a veces. Vivencias. Ilusiones. Decepciones. Anhelos. Eso es VIDA.