...y no me quedó más que decirte adiós. En la noche no quedó brisa y mis manos no se apiadaron de tí. Me quedé sola con una bala y una promesa de rodear el infinito junto a tí. Rodearlo porque de veras no quiero encontrármelo. En el ahora, nada puede ser más especial que nuestros proyectos sin terminar y todas esas monotonías que transformamos en melodías. Reconstruye aquellas escenas de erotismo en tu mente, de esas que un día fueron.
Espero que nunca dudes de mis sonrisas, y que entierres todas esas barreras de sal. Quiero que tu semblante sea lo único que me quede y que cuando me asuste, te vea pelear por mí en batalla con todas estas vivencias azules simulando praderas de trigo, que al final todo perece. Tu cuerpo es ahora mi templo, y tu voz es mi himno sin igual. Bésame y te prometo la vida, la muerte y lo que quieras. Un poco de adrenalina para la aflicción.
Sorprenderte ya no puedo, todo lo has visto, pero asombrarte he de hacerlo, es una promesa que cumpliré cuando anochezca. A tu lado no soy más que una doncella indivisible, que pasa su tiempo tejiendo esperanzas al son de los latidos de su corazón. A veces quiero encerrarte y pretender que no eres y que nunca serás. Pero cómo. Cómo hundirte si no hay agua, no existe tal profundidad. Te estás convirtiendo en el sol de mi humanidad y en mi banquete de perdición. Y te refugias en mis escasas caderas para adulterar con mis jóvenes duraznos, sin saber siquiera dónde me encuentro.
Plasmar mi corazón en papel jamás fue tan sencillo. Manantiales de vida y tan pocos acontecimientos, mi sed de conocimiento la sacia tu lengua juguetona, que me consuela explicándome que el más allá no es nada más que lo que leo en tu pecho. Gracias por adentrarte, por tu simulación de entendimiento y por tus cabellos rebeldes. Eres mi todo y mi nada a la vez. Me ahogo de vida, me quemo de frío... me mataste al nacer. Podremos ser víctimas de todos los pecados que hay, pero nunca estaremos solos. Quiero ser el final de tu historia, la semilla inicial en tu jardín lleno de flores.
