Tuesday, December 7

Nocturno.


La noche es tan cruel. Te deja solo... te deja pensando. El Sol se esconde por miedo, por buscar esa renombrada intimidad, él juega parejo. No que la Luna, que siempre se encuentra donde no la llaman. Escondida y embustera, con o sin luz. El Sol jamás se atrevería a invadirle la noche, porque el Sol es un caballero. Pero la Luna qué va... ella aparece en el día si así le apetece. Y sigue viva cuando cae la noche, porque la Luna lo quiere todo. Eso sí, no se le olvida que gracias al Sol ella vive, ella respira y ella siente.

Cubriendo de negro la mitad del mundo, la noche se acerca a ser el holocausto de todos los días. En la noche, cuando nadie nos ve, somos lo que no nos atrevemos a enseñarle al Sol. En la noche viven los cobardes, la gente que no puede aceptar que todos nuestros movimientos son cautelosamente observados. Yo puedo imitar a la noche, pero no puedo imitar al día: puedo tapar mis ojos, cerrarlos, parpadear, puedo crear una escena oscura con tanta facilidad. En cambio la luz es la señal de lo sagrado. El hombre necesitó de tanto tiempo para crear, o más bien, llegar a comprender cómo es que de la naturaleza, con ella y sólo con ella, se crea la luz.

Por qué lo malo sale de la oscuridad, por qué siempre la imagen de lo terrible es nada más y nada menos que... la nada. Y la nada se proyecta como el vacío. El abismo. Que es de color negro. En la noche recuerdo, lloro, anhelo y extraño. Por la noche las llamadas surgen, los problemas se agudizan, el tiempo es invisible. Duermes y despiertas. Nada más. Qué habrá pasado en ese inter. Cómo me habré visto dormida, si es que llegué a dormir y no volé por ahí, o no soñé alguna atrocidad. En la noche la inspiración llega y se va, la noche me duele.

Por la noche nadie se entera, nunca se sabe qué sucedió, que sucede ni qué sucederá. Sólo las estrellas son testigos, las piadosas y las inútiles. Algunos positivistas afirman que la Luna también nos dota de luz, cosa que es cierta. Pero de una luz pálida, sin vida. Una luz condicional. Condicional porque, si la Luna decide partir, no avisa. Simplemente renuncia a su labor de ser la única esperanza y se esconde detrás de alguna nube, que durante el día fue hermosa. Pero ahora ya no lo es, porque su color marfil ahora es un azul muerto. Así de fácil me pinto yo por dentro, cuando cae la noche... cuando me siento sola y el frío se me trepa encima.

Y la calma regresa cuando el cielo vuelve a brillar, con destellos naranjas como la cítrica primavera.