Wednesday, May 5

Me Despido.


Me despido de la cochera la cual se puede partir a la mitad. De la barda llena de arte urbano. Me despido del porche y del pequeño espacio donde antes estaba la princesa. Me despido de la doble puerta, la pesada y la livianita. O la negra y la blanca.

Me despido del olor, bueno o malo depende de lo que se cocina. Me despido de los sillones verdes del mismo tamaño. Me despido de las diversas televisiones que pasaron por el mismo espacio. Me despido de las fotos cambiantes, me despido de la foto de cabecera que refleja toda una tragedia. Me despido de la palma, y del mueblecito de las llaves. Me despido de la loseta que siempre se barre. Hasta me despido de la escoba, que nunca sirvió. Me despido del mueble donde estaba el estéreo.

Me despido de la mesa de vidrio de la cocina, y de las cuatro sillas... sólo se usaban dos. Me despido del portagarrafón que nunca tuvo garrafón, en cambio tenía una plantita. Me despido de los garrafones en sí, y de la bomba. Me despido de la ventana que siempre nos hizo el favor de darnos luz. De las dos ventanas de abajo. Me despido de las frutas que siempre se echaban a perder. Me despido del refrigerador, que siempre me enseñó cosas nuevas. Me despido del jugo de naranja y de las sodas de tamarindo. Me despido de las salsas, de los macarrones, y de las comidas raras. Me despido de los platos, y de los vasos de coca-cola. Me despido de los pocos cubiertos, y de los muchos trastes sucios. Me despido de la llava del lavabo que es como la mía. Me despido de las idas al mandado locas. Me despido de las torres de cereal, y del bote de la basura. Me despido de la otra ventana que da al tendedero. Me despido de las servilletas que nunca estuvieron. Me despido de la estufa y me quedo con lo mucho que aprendí de ella. Me despido de los camarones y de los ostiones. Me despido de las cosas congeladas y del teléfono que de repente empezó a hablar.

Me despido del espejo en el que siempre me reflejaba. Me despido de todas las medicaciones arriba de él. Me despido de la puerta que da al patio trasero, y me despido del patio trasero en sí. Me despido del baño, y de su doble jabón. Me despido del extractor que siempre hacía ruido y de que nunca le faltó papel.

Me despido del cuarto de abajo, de la inteligente ampliación. Me despido de la colcha que pasó por todas las camas. Me despido de la computadora que no tiene CPU, me despido de los recuerdos de relaciones ajenas, me despido de los zapatos de todo el mundo y del sillón que parece estar muy cómodo. Me despido del tocador, del buró y de los miles de cambios que ha sufrido. Me despido de ese colchón que siempre cambiaba de lugar.

Me despido de las verdes escaleras, que guardan tantos recuerdos. Me despido del giro que dan, y del mini-barandal donde se cuelgan las toallas. Me despido de los escalones y de las veces que me resbalé por ahí. Me despido de las veces que subí, que no quise subir, que me subieron cargando, las veces que grité, y de las veces que me asusté. Me despido del cuarto principal. Me despido del colchón más grande del mundo. Me despido de los pegostes en las paredes. Me despido de la colección de libros y de mocos. Me despido del cambio de propietario. Me despido del clóset que guardaba cosas que no me gustaban. Me despido del espejo en donde reflejé mil cosas, y me despido de la ventana donde alguna vez fumé un cigarro. Me despido de la cabecera. Me despido de la alfombra y me despido del Ché.

Me despido del baño, en el que si hay bañera. Me despido de lo masculino que era. Me despido de las toallas dobladas arriba de la taza y me despido de la falta de jabón. Me despido de los pelos de barba. Me despido de la crema que nunca falta, y me despido de la taza levantada. Me despido de la desentonada voz que siempre sale de ahí, y me despido del piso, que siempre estaba tan frío.

Me despido del cuarto pequeño. Me despido del espejito, del mueble de la televisión, y también del cambio de propietario. Me despido de la foto debajo de la tele. Me despido de la colcha de bebé, y me despido del clóset ordenado como siempre. Me despido de las lociones, de la crema para ocasiones especiales, y del desodorante. Me despido de la computadora, de todos los problemas que ocasionó y de toda la música que brindó. Me despido del aftershave y del guerrero azteca arriba de todo. Me despido de los recuerdos, me despido de todo lo que alguna vez me hizo feliz.

Me despido del cuarto de lavar. Del cuarto reformado a mano por personas maravillosas. Me despido del mueble que costó tanto trabajo armar, de la loseta que costó tanto trabajo pegar. Me despido de la lavadora y de la secadora nueva, y me despido de cuando antes era sólo una pasada. Me despido del color claro y me despido de la ropa limpia.

Me despido de la terraza. De esa terraza que tengo miedo que se caiga. Me despido de sus bonitos pilares, de las láminas, y de las dos mesas. Me despido de las sillas, y de la banca de plástico que siempre fue mi favorita. Me despido del asador, me despido de los momentos tan fríos que pasé ahí arriba. Me despido del amor. Me despido de la música que hasta allá llegaba. Me despido de la ventana que daba al cuarto pequeño. Me despido de lo amplia que era. Me despido de la vista a los antros más cercanos. Me despido de todo.

Me despido de la fachada, de la calle, del vecino, del guardia y de los picos al salir. Me despido del plátano. Gracias por todo, muchísimas gracias.